Cristián Velasco realiza un trabajo minucioso, desarticulado (entendiendo ésta muestra como una parte de un conjunto) y un poco agotado, como él mismo señala: “…muestra mis últimas creaciones a través de materiales e imaginarios asociados al mundo de lo doméstico, lo cotidiano, el mundo de los sueños y la memoria familiar…”
Básicamente este artista constituye su obra de acuerdo a elementos similares extraídos desde “el colchón”, el género de este mismo, su relleno, sus pelusas, los fluidos humanos que en él se impregnan, sus transporte, su inserción en la sociedad que lo utiliza y luego lo abandona, especial a otros objetos del hogar debido a que éste es quien suaviza los golpes de una urbe hostil, apaciguando el llanto, entregando cobijo sin distinción, testigo del amor, del sexo, confort para enfermos, bebés, sosiego y reposo de toda la humanidad actual.
“Hogar” apunta a la cocina y sus utensilios. En una pared se disponen ollas, tazones y teteras envueltos con las pelusas de colchones recogidos que algunos ciudadanos dejaron tirados en algún basural de Santiago. En una esquina se halla un bodegón en el que se incluye papel mural para darle forma a estas especies de naturalezas muertas “revividas” que Cristián plasma. Otorgándole una segunda vida útil, proclamando por el reciclaje de materiales que continúan siendo útiles, papeles murales y pelusas parecen ser la cara bonita de esta sigilosa revuelta por retomar un camino del que fueron alejados. Más bien, se plantan en la escena como un nuevo rostro, recordando a los calendarios que toda dueña de casa cuelga en la habitación en donde se preparan las “pociones” mágicas para alimentar a la familia. En la cocina todo es experiencia pero, además, allí todo tiene sus recetas y sus “secretitos”, salvo en el ánimo de cocinar y, también, en el ánimo de transformar un plato ordinario en algo que sea verdaderamente sublime.
La invitación más eficaz que realiza esta exposición es una parecida a la que los montajes de Norton Maza nos hacen; la marginalidad no es una limitante a la hora de la creación, ya lo sabemos en lugares como la cocina de muchos hogares del país, pero qué pasa con los materiales de construcción, no existen limitantes de espacio, forma y reciclado de objetos que están tirados, dispuesto para su nueva aprehensión. Por eso la cocina continúa siendo un lugar sagrado de la inventiva femenina (y cada vez más, de ambos sexos), es ahí donde el talento de las cocineras (os) crea delicias –sometidas- por el consenso de una sociedad machista. Y, para suerte de las dueñas de casas, las limitantes no correrían por parte del sexo con el que se nació, más bien, con las alas que uno cree existen.
Gracias a las huellas que vamos dejando, los materiales son lo que son. No es polución ni contaminación, si no que testigo palpable de nuestro tránsito implacable por las tecnologías que nos van transformando a nosotros mismos, las ollas, las tazas y las teteras dan claro testimonio de aquello. En definitiva, el hogar es refugio sereno de ese tránsito…y la tela del colchón también, las pelusas parecieran ser el espíritu esparcido del colchón… apaciguador o más bien, transformador de aquella revuelta de falta de recursos que insta a ser más imaginativos y menos calculadores.
"Hogar" en Galería Moro hasta el 12 de junio. Entrada Liberada.
Este vídeo corresponde a una exposición del mismo artista
del año 2007 llamada "Sueños Remotos" realizada en la misma Galería Moro.